sábado, 12 de mayo de 2012

TEODORA DE BIZANCIO


502 – 548

Emperatriz.


Era la hija de un cirquero llamado Acacio que poseía varios osos amaestrados, y no se sabe exactamente si Teodora nació en la isla de Creta o en Siria. Acacio trabajaba en el hipódromo de Constantinopla, donde era maromera y mimo. Dado que la profesión no era muy bien vista para las mujeres, Teodora desde muy pequeña comenzó también a ejercer el oficio más viejo del mundo para complementar los ingresos.

Se cree que Teodora perdió su virginidad con un comediante llamado Filippo mientras esperaban tras bambalinas su entrada al escenario. Entre los actos de Teodora estaba montar semidesnuda encima de briosos corceles, y en varias ocasiones le ponían gansos salvajes a recoger frutas y granos sostenidos por la muchacha en su entrepierna. Teodora parecía no conocer el miedo, y esa característica habría de servirle de mucho en el futuro.
A los 16 años, Teodora se fugó del circo con un oficial. Ecebolo, su amante, la conservó a su lado durante 4 años pero luego abandonó en Egipto. Al parecer el oficial tenía serias dudas en cuanto a la paternidad del hijo que esperaba Teodora.

Desengañada y triste, optó por refugiarse en la luminosa Alejandría, lugar en el que conoció a Severo, líder de la secta cristiana de los monofisos, quienes creen que Jesús no fue mitad divino y mitad humano, sino que le adjudican a Cristo características completamente divinas.
Convencida sobre esta doctrina, regresó a Constantinopla para trabajar como hilandera en un taller cercano al palacio donde moraba Justiniano, sobrino del emperador Justino y heredero del trono bizantino.

La casualidad quiso que una antigua amiga suya amante del general Belisario (hombre de confianza del futuro dignatario), la pusiera en contacto con las elites aristócratas. En esos ambientes conoció a Justiniano, que quedó prendado por su belleza e inteligencia. De inmediato se convirtieron en amantes y, a pesar de que existía una ley que prohibía que la realeza y los nobles se casaran con prostitutas, sirvientas o mujeres de orígenes dudosos. Tras haberseles negado en tres ocasiones el derecho a casarse, sobre todo por intrigas de la tía de Justiniano, la emperatriz Lupino, por fin pudieron contraer nupcias.
Tras la muerte del emperador Justino, su pariente accedió al trono y con él su flamante esposa, de 27 años de edad.

Una vez que se vio convertida en consorte del monarca, Teodora tomó cartas en distintos asuntos concernientes a mejorar la calidad de vida de las mujeres del imperio bizantino, influyendo en su esposo Justiniano para que codificara el derecho romano en el "Corpus Juris Civilis". Inspiradas por ella aparecieron leyes que defendían la igualdad de la mujer, el derecho al divorcio, la prohibición de castigos por adulterio, el reconocimiento hacia los hijos bastardos y la defensa de sus derechos de herencia, la imposición de penas para los violadores, la posibilidad de abortar y la prohibición de la prostitución forzosa. Además, se encargó de crear planes de rescate para jóvenes que habían sido prostitutas, rehabilitándolas para otros oficios. También promulgó leyes que permitieran que las mujeres pudieran ser propietarias y heredar sumas de dinero o propiedades y además mejoró el sistema de atención a la salud femenina

Justiniano atendía a los consejos sabios de su mujer, y pronto prefirió escoger asesores de origen humilde, prefiriéndoles por encima de corruptos nobles. El rebelde Procopio concibió un odio visceral en contra de Teodora, acusándole de adúltera y de manejarlo a Justiniano como títere. Además, afirmaba que subyugaba a su pelele marido recurriendo a toda suerte de malos trucos aprendidos en su oficio de meretriz.

Había sido coronada junto a su marido un 4 de abril del año 527 y gozaba al máximo de su poder. Es por eso que cuando se dio la revuelta de Nika, mostró de qué acero estaba hecha. Dos grupos políticos, rivales entre sí, comenzaron un alboroto en el hipódromo. Luego prendieron fuego a varios edificios gubernamentales y proclamaron a un nuevo emperador. Justiniano y sus oficiales no pudieron controlar a la muchedumbre, cuando Teodora se armó de valor, lanzó un discurso de la importancia de un hombre que moría como líder por encima de la de otros que vivían como cobardes, y la gente se conmovió. Justiniano dejó de actuar como eunuco y se lanzó a atacar a los rebeldes con sus huestes. Unos 30 mil rebeldes murieron en el Hipódromo, emergiendo Justiniano como victorioso en gran parte por la valentía y el coraje de su hermosísima esposa.

Teodora impulsó el embellecimiento de la ciudad de Constantinopla, erigiendo puentes y acueductos además de 25 iglesias, entre ellas la de Santa Sofía,  además protegió a los miembros de la secta monofisita, llegando a instalar como patriarca de Constantinopla a un prelado de esa secta. Fue una genuina reformista social y una verdadera mecenas del arte.
En 548 se le manifestó un incontenible cáncer de pecho que en pocos meses le arrebató la vida, tenía poco más de 40 años Su cuerpo fue enterrado en la Iglesia del Santo Apóstol, uno de los templos más espléndidos que ella y Justiniano habían mandado a construir.

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