jueves, 24 de mayo de 2012

CATALINA DE ERAUSO


1.581 –1.650


Monja alférez.


Nacida en San Sebastián, Guipúzcoa, España.

Sus padres Miguel de Erauso y María Pérez de Gallárraga y Arce, la habían entregado a un convento dominico de su ciudad natal a los 4 años de edad, donde permaneció hasta que tenía 15, y ya era novicia.

 Pero lo que debió de ser una historia de sometimiento se convirtió en la apasionante vida de una mujer que escapó de su destino para lanzarse a la aventura. Así pues, un día, después de pelear con una monja, escapó a la calle que nunca había pisado y, tras cortarse el pelo, comenzó una nueva vida.

Vestida de varón recorrió el país, hizo los oficios de paje y, finalmente, logró llegar a San Lúcar de Barrameda, Cadiz, embarcándose como grumete hacia América. Cuando llegó a América. Le robó dinero al capitán, que era su tío, y logró acomodarse en Lima, con un mercader. Pero su ánimo pendenciero la llevó a la cárcel, y sus lindezas, a que la dama de su amo se enamore de ella. De Perú pasó a Chile donde sentó plaza como soldado. Y en Chile tuvo Catalina un extraño encuentro: allí conoció a su hermano Miguel, a quien no revela el vínculo que los une, y con quien convive durante tres años. Ya como alférez batallará contra los nativos, dando muestras de crueldad y de valentía. Y allí también, en una reyerta, vio morir a su hermano.

En Tucután volvió a seducir a una muchacha, que deseaba casarse con ella y, aunque huyó, las propuestas de boda no le faltaron en adelante. Viajó y luchó como un soldado y, así recorrió toda América, peleando y matando hasta que un día, en Huamanga, en 1623 Catalina confesó su verdadera identidad al obispo Agustín de Carvajal.

Reconocida por dos matronas, la monja alférez, otra vez con el hábito, fue recibida por las monjas de Santa Clara y permaneció bajo la protección del obispo. Por entonces era famosa y todos querían verla. Dos años y cinco meses después salió del convento y se puso de camino hacia España y, vestida nuevamente de varón, llegó a Sevilla, en donde todos acudieron a verla. Pero nada detuvo el camino de Catalina: de Madrid pasó a Pamplona, de Pamplona a Francia, y de allí a Italia.

En Roma, se entrevistó con el Papa Urbano VIII, que le permitió seguir utilizando su atuendo de varón. El rey le dio el título de alférez, llamándola doña Catalina de Erauso. Dedicada al comercio, bajo el nombre de Antonio de Erauso.
Este período de tranquilidad pronto terminó. En 1.630 regresó a América, camino de Veracruz, enfermó y vivió en  Guitlaxtla, un pueblo cercano a la ciudad de Puebla, México, hasta su muerte. Siendo mujer, logró una libertad impensable para su época.




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